21 jun 2007

Rafael Cornejo y Paco Marcos: Lectura de manifiesto [21.6.2007]



Cuando hace unos meses se nos propuso sostener con un breve manifiesto el sentido de nuestro trabajo artístico, nos pareció descabellado, no sólo por el tono grandilocuente con que normalmente se dicen este tipo de proclamas, sino por la exigencia de dar una justificación teórica a lo que en rigor debería poder hablar por sí solo.
Bien mirado, consideramos ahora esta invitación como una ocasión para expresar algunas ideas que de manera inevitable aparecen en este último año, tan frenético para nosotros, cuando conversamos.

Básicamente, nuestro trabajo consiste en elaborar artefactos para su exposición en el espacio público. En el transcurso de esta efectiva puesta en juego no nos resulta ajena la necesaria ingenuidad para inventar, manipular, construir, ni la dichosa manía infantil de desvelar, casi sin pretenderlo, alguna verdad inoportuna.
Pero aunque de juego se trata, no queremos representar nosotros el llamado arte sin pretensiones, ni engrosar el ya grueso ejército de los artistas lúdico-pedagógicos, ni tampoco reavivar los fuegos fatuos del infante terrible; antes bien apostamos por la edificante oportunidad de intrincar la experiencia artística en la vida cotidiana de la ciudad, estableciendo y manteniendo un diálogo poético con ella, tomando la calle como espacio propicio para la sorpresa y el placer estéticos.

Cuando hablamos de ciudad nos referimos a ella desde dos puntos de vista. Por una parte como realidad plástica, espacial, y por otra como un tejido de relaciones entre ciudadanos. Ambos aspectos, el lugar y el momento concretos, configuran siempre un marco previo a nuestras obras, un marco fundamental a la hora de concebirlas y parte integrante de ellas. Esto no significa que el diálogo que intentamos entablar consista en una mera adaptación mimética a lo que ya hay o en condescender con los discursos homologados. Nada más lejos. Pensamos al contrario que, para la vivificación del panorama artístico, se hace necesario plantear una saludable controversia, cuando no una guerra abierta al menos contra aquel criterio que sostiene que arte es sólo aquello que sucede en los pequeños templos habilitados para que suceda.
La nuestra no es una idea exclusiva o exclusivista del arte. No pretendemos tampoco esa beligerancia ciega o vacía que cae pronto en la simple negación de lo establecido. Diálogo, controversia o guerra abierta, bien pudieran ser, a nuestro juicio, grados distintos que reflejaran una tensión y una vitalidad propias de un tejido cultural fuerte y rico, como espacio ideal en el que fuera posible, y quizás habitual, esa peculiar forma de comunicación que el arte representa.

Nos interesa provocar en el paseante una relación inmediata con el objeto artístico, liberándolo de la presión de los espacios cerrados, tanto físicos como teóricos, de la comunicación artística. Relación inmediata significa aquí relación sensorial, ligera, no obligada ni atenazada por aparatos conceptuales insoportablemente alejados de la mera fruición estética. Para esto producimos formas rotundas, claramente dispuestas a la vista, en equilibrio con el contexto, no exentas de poesía. Y la poesía da que pensar.

Frente a discursos unívocos y tediosos, nuestros artefactos dejan un claro a la ambigüedad, a la pluralidad de sentidos, al juego de la imaginación. Y una ciudadanía sofocada por el utilitarismo más ramplón debe poder permitirse alguna vez estos pequeños lujos.



Leído en la inauguración de la intervención Las raíces del aire, dentro de la programación El Patio del Colegio de Arquitectos de Córdoba, comisariado por Miguel Gómez Losada.